Todas las personas, empresas e instituciones comunican. A diario. Comunican con su entorno más cercano, con sus propios miembros y con la realidad exterior. Antes, esa comunicación era íntegramente “offline”. Más fácil de abordar, porque es con la que crecimos y en la que nos sentimos más cómodos. Pero también más difícil de evaluar y medir. Y, sobre todo, más limitada en el espacio y en el tiempo.
La comunicación tradicional no nos permite estar en el mundo tal como se está configurando. Hoy en día, con los medios que ponen a nuestra disposición Internet y las redes sociales, la comunicación la podemos medir y analizar, la podemos planificar y la podemos convertir en un activo formidable para crecer, aprender, trabajar en red y ampliar nuestros horizontes.
Cada vez que abrimos la puerta de nuestro centro, que recibimos la visita de un padre o que sentamos a un alumno en el aula estamos comunicando. Comunicamos con nuestra ropa, con la tipografía, con el tono de voz, con la decoración del colegio y con los carteles que colgamos en el tablón de anuncios. Lo hacemos también con la página web, con los correos a los padres y con nuestros perfiles en las redes sociales, con nuestro logo y con la función de Navidad. Transmitimos quiénes somos cada vez que alguien hace una búsqueda en Google y hasta con el color que hemos elegido en las paredes. Comunicamos siempre, sin parar. ¿Nos hemos detenido un momento para pensarlo? ¿Vamos comunicando sobre la marcha o hemos incluido la comunicación en nuestro plan colegial?
Los padres que hoy en día barajan si matriculan a sus niños en nuestro centro o en uno de la competencia necesitan sentir que forman parte de una comunidad y quieren verse reconocidos en nuestra marca. Quieren vivir la experiencia de llevar a sus hijos a un centro educativo como algo gratificante y enriquecedor. Pertenecen a la generación IKEA. Les gusta comparar, se fijan mucho en el diseño, cuando consumen buscan sentir experiencias y les encanta encontrarlo todo en internet. Disfrutan siendo prescriptores, recomendando algo a otros y leyendo las críticas antes de entrar en un restaurante o elegir un hotel. Le dan varios “likes” al Facebook cada día y hablan de los mejores colegios con otros padres en las cenas de los sábados. “A mi hijo le dan las notas por Internet”, dice uno. “Mira qué robot ha hecho la niña en clase, en este colegio sí que van a salir ingenieras”, señala otra madre. “El día de la Paz vinieron de la tele a grabar en el colegio de mi niño”, le contesta otra. “Pues en el mío ganan siempre en las olimpiadas matemáticas”. “Ya, lo vi el domingo en La Opinión, son unos frikis con los números”, le contesta otro padre.
Nunca se habló tanto de educación y por eso necesitamos un plan de comunicación en los centros de enseñanza. Vamos a ver cómo lo empezaríamos a dibujar en un hipotético colegio llamado San Agustín.